lunes, 26 de noviembre de 2012

Mujer estamos contigo.

 
 
Con los pantalones bien puestos.
 
<<Estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas>>. -Hector Abad-

 
Una de las mayores problemáticas en Colombia y el mundo es el maltrato y la violencia contra la mujer, según un estudio sobre tolerancia social e institucional a la violencia basada en género, auspiciado por el Fondo de las Naciones Unidas, arrojó que a pesar que desde hace más de medio siglo las mujeres han ido ganando espacios en la educación, el trabajo y la sociedad, los roles de ambos sexos se mantienen intactos en el imaginario de los colombianos, lo que en muchos casos ayuda a justificar y a promover la violencia contra las mujeres.

 Estas acciones violentas contra el genero femenino se conciben como aquellas que causan muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o patrimonial, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en el privado.

 Mucho son apáticos e increíblemente “apáticas” ante esta situación, leemos la realidad del maltrato desde la barrera de los medios de comunicación o a través del humor de los standap comedy, pero el verdadero escenario del maltrato es tan frecuente que en muchos casos se torna como “normal” dentro de las relaciones de familia o de pareja, un claro ejemplo de esto son los resultados de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud, de Profamilia en la que se afirma que el 65 por ciento de las mujeres encuestadas manifiestan que sus parejas ejercieron control sobre ellas y de diversas formas, como insistirles en saber donde y con quien están cuando se encuentran fuera de casa, ignorarla o cambiar la actitud frente a ella en publico y en privado, acusarla de infidelidad, impedirle el contacto con amigos y familiares, usar expresiones desobligantes, amenazarla con el abandono, con quitarle los hijos o el apoyo económico".

 Las cifras no solo llaman la atención y prenden las alarmas de todos los colombianos y entidades del estado para retomar una actitud reflexiva y salir a marchar en un día como hoy repudiando la Violencia hacia la mujer, también exhorta a los hombres y a las entidades para que nos pongamos bien puestos los pantalones y le digamos NO al maltrato contra la mujer y propendamos por sus derechos.

Ante esta ineludible realidad el SENA como entidad de clase mundial y de formación integral para el trabajo se une en pro de los derechos de la mujer y continúa posibilitando espacios y ambientes de formación de calidad e igualdad a lo largo y ancho de sus 33 regionales en todo el país,

La construcción de relaciones entre los géneros basadas en elrespeto, la solidaridad, la igualdad y la no discriminación son uno de los más grandes aportes a la realización de la democracia real.
 
Elogio a la mujer brava
Por: Hector Abad
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas, solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad, atacan y se defienden.

La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa, dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que requieren más tiempo y se quedan a medias).

A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan, contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina, más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja, pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.

Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras (mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.

Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente, el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.