<<Estas nuevas mujeres, si uno
logra amarrar y poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son
las mejores parejas>>.
-Hector Abad-
Una de las mayores
problemáticas en Colombia y el mundo es el maltrato y la violencia contra la
mujer, según un estudio sobre tolerancia social e institucional a la violencia basada en
género, auspiciado por el Fondo de las Naciones Unidas, arrojó que a pesar que
desde hace más de medio siglo las mujeres han ido ganando espacios en la
educación, el trabajo y la sociedad, los roles de ambos sexos se mantienen
intactos en el imaginario de los colombianos, lo que en muchos casos ayuda a
justificar y a promover la violencia contra las mujeres.
Estas acciones violentas contra el genero femenino
se conciben como aquellas que
causan muerte, daño o sufrimiento físico, sexual, psicológico, económico o
patrimonial, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de la libertad, bien sea que se presente en el ámbito público o en
el privado.
Mucho son apáticos
e increíblemente “apáticas” ante esta situación, leemos la realidad del
maltrato desde la barrera de los medios de comunicación o a través del humor de
los standap comedy, pero el verdadero escenario del maltrato es tan frecuente
que en muchos casos se torna como “normal” dentro de las relaciones de familia
o de pareja, un claro ejemplo de esto son los resultados de la Encuesta
Nacional de Demografía y Salud, de Profamilia en la que se afirma que el 65 por
ciento de las mujeres encuestadas manifiestan que sus parejas ejercieron
control sobre ellas y de diversas formas, como insistirles en saber donde y con
quien están cuando se encuentran fuera de casa, ignorarla o cambiar la actitud
frente a ella en publico y en privado, acusarla de infidelidad, impedirle el
contacto con amigos y familiares, usar expresiones desobligantes, amenazarla
con el abandono, con quitarle los hijos o el apoyo económico".
Las
cifras no solo llaman la atención y prenden las alarmas de todos los
colombianos y entidades del estado para retomar una actitud reflexiva y salir a
marchar en un día como hoy repudiando la
Violencia hacia la mujer, también
exhorta a los hombres y a las entidades para que nos pongamos bien puestos los
pantalones y le digamos NO al maltrato contra la mujer y propendamos por sus derechos.
Ante
esta ineludible realidad el SENA como entidad de clase mundial y de formación
integral para el trabajo se une en pro de los derechos de la mujer y continúa
posibilitando espacios y ambientes de formación de calidad e igualdad a lo
largo y ancho de sus 33 regionales en todo el país,
La
construcción de relaciones entre los géneros basadas en elrespeto, la
solidaridad, la igualdad y la no discriminación son uno de los más
grandes aportes a la realización de la democracia real.
Elogio a la mujer brava
Por: Hector Abad
A los hombres machistas, que somos como el 96 por ciento de la población
masculina, nos molestan las mujeres de carácter áspero, duro, decidido. Tenemos
palabras denigrantes para designarlas: arpías, brujas, viejas, traumadas,
solteronas, amargadas, marimachas, etc. En realidad, les tenemos miedo y no
vemos la hora de hacerles pagar muy caro su desafío al poder masculino que
hasta hace poco habíamos detentado sin cuestionamientos. A esos machistas
incorregibles que somos, machistas ancestrales por cultura y por herencia, nos
molestan instintivamente esas fieras que en vez de someterse a nuestra voluntad,
atacan y se defienden.
La hembra con la que soñamos, un sueño moldeado por siglos de prepotencia y por
genes de bestias (todavía infrahumanos), consiste en una pareja joven y mansa,
dulce y sumisa, siempre con una sonrisa de condescendencia en la boca. Una
mujer bonita que no discuta, que sea simpática y diga frases amables, que jamás
reclame, que abra la boca solamente para ser correcta, elogiar nuestros actos y
celebrarnos bobadas. Que use las manos para la caricia, para tener la casa
impecable, hacer buenos platos, servir bien los tragos y acomodar las flores en
floreros. Este ideal, que las revistas de moda nos confirman, puede
identificarse con una especie de modelito de las que salen por televisión, al
final de los noticieros, siempre a un milímetro de quedar en bola, con curvas
increíbles (te mandan besos y abrazos, aunque no te conozcan), siempre a tu
entera disposición, en apariencia como si nos dijeran “no más usted me avisa y
yo le abro las piernas”, siempre como dispuestas a un vertiginoso desahogo de
líquidos seminales, entre gritos ridículos del hombre (no de ellas, que
requieren más tiempo y se quedan a medias).
A los machistas jóvenes y viejos nos ponen en jaque estas nuevas mujeres, las
mujeres de verdad, las que no se someten y protestan y por eso seguimos
soñando, más bien, con jovencitas perfectas que lo den fácil y no pongan
problema. Porque estas mujeres nuevas exigen, piden, dan, se meten, regañan,
contradicen, hablan y sólo se desnudan si les da la gana. Estas mujeres nuevas
no se dejan dar órdenes, ni podemos dejarlas plantadas, o tiradas, o
arrinconadas, en silencio y de ser posible en roles subordinados y en puestos
subalternos. Las mujeres nuevas estudian más, saben más, tienen más disciplina,
más iniciativa y quizá por eso mismo les queda más difícil conseguir pareja,
pues todos los machistas les tememos.
Pero estas nuevas mujeres, si uno logra amarrar y
poner bajo control al burro machista que llevamos dentro, son las mejores
parejas. Ni siquiera tenemos que mantenerlas, pues ellas no lo permitirían
porque saben que ese fue siempre el origen de nuestro dominio. Ellas ya no se
dejan mantener, que es otra manera de comprarlas, porque saben que ahí -y en la
fuerza bruta- ha radicado el poder de nosotros los machos durante milenios. Si
las llegamos a conocer, si logramos soportar que nos corrijan, que nos refuten
las ideas, nos señalen los errores que no queremos ver y nos desinflen la
vanidad a punta de alfileres, nos daremos cuenta de que esa nueva paridad es
agradable, porque vuelve posible una relación entre iguales, en la que nadie
manda ni es mandado. Como trabajan tanto como nosotros (o más) entonces ellas
también se declaran hartas por la noche y de mal humor, y lo más grave, sin
ganas de cocinar. Al principio nos dará rabia, ya no las veremos tan buenas y
abnegadas como nuestras santas madres, pero son mejores, precisamente porque
son menos santas (las santas santifican) y tienen todo el derecho de no serlo.
Envejecen, como nosotros, y ya no tienen piel ni senos de veinteañeras
(mirémonos el pecho también nosotros y los pies, las mejillas, los poquísimos
pelos), las hormonas les dan ciclos de euforia y mal genio, pero son sabias
para vivir y para amar y si alguna vez en la vida se necesita un consejo
sensato (se necesita siempre, a diario), o una estrategia útil en el trabajo, o
una maniobra acertada para ser más felices, ellas te lo darán, no las peladitas
de piel y tetas perfectas, aunque estas sean la delicia con la que soñamos, un
sueño que cuando se realiza ya ni sabemos qué hacer con todo eso.
Los varones machistas, somos animalitos todavía y es inútil pedir que dejemos
de mirar a las muchachitas perfectas.. Los ojos se nos van tras ellas, tras las
curvas, porque llevamos por dentro un programa tozudo que hacia allá nos
impulsa, como autómatas. Pero si logramos usar también esa herencia reciente,
el córtex cerebral, si somos más sensatos y racionales, si nos volvemos más
humanos y menos primitivos, nos daremos cuenta de que esas mujeres nuevas, esas
mujeres bravas que exigen, trabajan, producen, joden y protestan, son las más
desafiantes y por eso mismo las más estimulantes, las más entretenidas, las
únicas con quienes se puede establecer una relación duradera, porque está
basada en algo más que en abracitos y besos, o en coitos precipitados seguidos
de tristeza. Esas mujeres nos dan ideas, amistad, pasiones y curiosidad por lo
que vale la pena, sed de vida larga y de conocimiento.